viernes, 21 de octubre de 2011

Una industria bien nuestra


Argentina es un país consumidor de vino por excelencia. Y esto no sólo teniendo en cuenta parámetros cuantitativos: hoy se consumen unos 29 litros por persona por año, aunque esta cifra era considerablemente mayor en las décadas del 60 y 70. Sino también desde un punto de vista histórico y cultural: en muchas manifestaciones artísticas, culturales y sociales, el vino hace sus apariciones.
LOS INICIOS
Si bien el cultivo de la vid en nuestro país se remonta a la época colonial, donde huarpes, esclavos, negros, mestizos y mulatos compartían el trabajo en los viñedos y en la elaboración del vino, es hacia fines del siglo XIX cuando se consolida realmente como industria. Tres factores son de suma importancia en esta época. El primero, la incorporación de variedades nobles traídas de Europa. El segundo, el conocimiento del cultivo y la producción que aportaron los inmigrantes (españoles e italianos principalmente) que se instalaron en las provincias de Mendoza y San Juan. Y el tercero, el desarrollo del ferrocarril, que permitió unir las regiones productoras con los grandes centros de consumo, como la provincia de Buenos Aires. En ese momento comienzan a construirse bodegas y a delinearse un modelo de vitivinicultura.
LOS AÑOS 30
A partir de la década del 30, luego de la gran crisis internacional, la industria se centra más en la cantidad que en la calidad de los vinos, se continúa con la plantación de vides, en muchos casos con variedades de alto rendimiento. También sube el consumo interno y se elaboran vinos de forma masiva e indiferenciada. Era un país de consumo de vino en damajuana. En el año 1959 se sanciona la primera Ley de Vinos 14.878, creada por el Instituto Nacional de Vitivinicultura.

DE LOS ‘90 EN ADELANTE
Tras idas y vueltas, a partir de la década del 90 se ingresa en la etapa llamada “de Reconversión Vitivinícola”, pensando en una industria a largo plazo. Se incorpora nueva tecnología, se privilegian las vides de bajo rendimiento pero de alta calidad enológica, aumentan las inversiones en la industria, ya sea de capitales nacionales o extranjeros y, si bien continúan las grandes bodegas familiares, también intervienen otros actores de la economía que se ven seducidos por el negocio del vino.
Por esos años llegaron al país, atraídos por sus diferentes terruños, los winemakers reconocidos a nivel mundial, como Michel Rolland, Alberto Antonini, Roberto Cipresso y Paul Hobbs, entre otros, quienes comenzaron a ver a la Argentina como un país atractivo para producir vinos de alta gama.
En la actualidad nuestra producción es reconocida en todo el mundo por su calidad, gracias al trabajo de los diferentes sectores que día a día trabajan para mejorar no sólo la calidad en el viñedo, sino también en la bodega.
Cada eslabón de la cadena del mundo del vino, entre los que se incluyen ingenieros, enólogos, sommeliers, docentes y comunicadores en general, cumplen un rol fundamental para el crecimiento de una industria que no para de sorprender, especialmente a los consumidores que cuentan con una oferta variada en estilos y precios.

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