viernes, 4 de mayo de 2012

Cepajes que amplían nuestro abanico vitivinicola


Cada vez hay más cepajes que de a poco empiezan a insinuarse en el mercado con ejemplares más que interesantes. Sin ser varietales extraños, son blancos y tintos singulares, con características propias, que amplían las posibilidades de los consumidores a la hora de elegir un vino.

Es sabido que en el Viejo Mundo, de donde proviene la Vitis vinifera –única especie autorizada en nuestro país para elaborar vinos de calidad–, la cantidad de cepajes autóctonos es innumerable. Durante el siglo XIX, los inmigrantes que llegaron a nuestro país desde Europa trajeron muchos de ellos bajo el brazo para comenzar en estas tierras una actividad que con los años se transformaría en industria.
Gracias a ello, la diversidad de cepas en la Argentina es muy importante, aunque, claro, nunca se compara con la que existe en los países productores tradicionales.
Por supuesto, el hecho de tener esta amplia gama de variedades no significa que con todas sea posible lograr aquí grandes vinos. Lo que sí es viable, a fuerza de un trabajo a conciencia, es rescatar muchos varietales con el objetivo primordial de ofrecer algo distintivo de los terruños locales potenciando las oportunidades que ofrece la originalidad como llave para abrir la puerta del consumo a miles de personas.
Pero nuestros antepasados no sólo trajeron los cepajes que sabían manejar en España,
Italia, Francia o Portugal, sino también algunos otros plantines que no erantan populares. Así fue como los primeros viñedos mendocinos se implantaron con uvas clásicas, pero en ellos también se podían encontrar otras más raras, como Petit Verdot o Tannat.
Con el correr del tiempo, todo fue evolucionando de manera favorable a partir de dos hitos –separados uno de otro por casi un siglo– que marcarían nuestra vitivinicultura.
El primero, encabezado por Domingo Faustino Sarmiento a mediados del 1800, fue la contratación del ingeniero agrónomo francés Michel Aimé Pouget para que se encargara de reproducir las primeras cepas de diferentes variedades francesas, entre ellas la Malbec. El segundo, la creación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en 1956, el organismo responsable de un ordenamiento que permitió a la industria dar pasos firmes.

Tener de todo es una ventaja
La confluencia de culturas en nuestro territorio ha brindado la posibilidad de ostentar lo que, muy probablemente, sea el parque varietal más amplio entre los países productores, si dejamos fuera a los tres principales del Viejo Mundo (Francia, Italia y España). Y eso, para el quinto productor mundial de vinos, es una ventaja muy importante.
Es muy temprano para sentenciar cuáles son los mejores ejemplares “raros”. Algunos son más conocidos, como el Syrah, el Tempranillo, el Pinot Noir, el Cabernet Franc y el Semillón, por nombrar sólo algunos, pero, por ejemplo, San Rafael siempre fue reconocido por la calidad de sus blancos de las variedades Chenin y Sauvignon Blanc,  pero también por su Tocai Friulano.
Pero hay dos cepajes tintos que al parecer van a ser las estrellas en un futuro próximo: el Petit Verdot y el Tannat. El primero está implantado desde hace tiempo y siempre fue empleado para los vinos genéricos.
Pero poco a poco empiezan a llegar al mercado ejemplares elaborados en la zona de Cuyo (Mendoza y San Juan) que realmente sorprenden. El Finca La Anita es un buen ejemplo de esto. Por otro lado, el Tannat parece haberse acomodado muy bien en la altura salteña. Obviamente, da ejemplares muy diferentes a los que se elaboran en Uruguay, pero tienen una personalidad arrolladora y, poco a poco, los enólogos van domando esos taninos firmes y duros que bautizaron al cepaje y logran vinos más amables y civilizados, pero no por eso con menos carácter.
La lista continúa con interesantes cepas que se dan muy bien en otros países y han podido consagrarse fronteras afuera, como el Gewürztraminer, el Riesling o el Verdelho. En distintas calidades, todos estos vinos pueden ser admirados por su tipicidad varietal y no sólo por su originalidad. Dicho de otra manera, los enólogos aseguran que la primera botella la vende el marketing, pero de la segunda en adelante, los enólogos. En este caso, la primera botella la vende el cepaje alternativo (muchas veces sólo por una cuestión marketinera y no tanto por atributos cualitativos), pero a partir de la segunda es la calidad o la relación calidad-precio la que vende.

Algunas cepas para tener en cuenta


Petit Verdot: Es una cepa muy antigua, cultivada en el territorio francés desde antes que la emblemática Cabernet Sauvignon, que supo ganarse un lugar en los blends aportando intensidad de color y taninos, así como riqueza aromática y un interesante suplemento de alcohol, que ayuda a mantener la estabilidad de los vinos durante su envejecimiento en la botella. Es un cepaje de baya elipsoidal pequeña, de color negro-violáceo, y suele dar varietales profundamente pigmentados, con mucho extracto y muy aromáticos. Hoy el gran varietal icónico de Petit Verdot es el que elaboran en Finca La Anita, pero de a poco empiezan a verse muchos otros.


Syrah: Este cepaje revolucionó el mundo del vino a principios de este siglo de la mano de Australia y prometía posicionarse como la tercera gran variedad universal detrás del Cabernet Sauvignon y del Chardonnay. A nuestro país llegó hace muchos años, pero como les pasó a muchas otras cepas, nadie la tuvo muy en cuenta hasta comienzos de los noventa. Con el correr de los años, el auge del vino llegó a nuestro país y la revolución productiva la tuvo como protagonista de segunda línea, aunque la fiebre de la diversidad varietal hizo que fuera empujada por las bodegas y los consumidores.
Al mismo tiempo, San Juan aprovechó que Mendoza estaba muy ocupada con su afamado Malbec, se apropió de la cepa y sembró la semilla del “San Juan, tierra de Syrah”. Así y todo, la oferta de Syrah siguió siendo más numerosa en la capital de Cuyo. Pero, por suerte, la vitivinicultura está evolucionando muy rápidamente. Y si bien aún es incierta la tipicidad del Syrah argentino, más allá de su plasticidad natural para adaptarse a cualquier terruño, hay muchos ejemplares que comienzan a perfilarse muy bien. Por lo tanto, da para ilusionarse y esperar que algún día un Syrah local sea también competencia de los grandes tintos del mundo.


Bonarda: Son innegables las raíces itálicas tanto de nuestra gente como de nuestros vinos. Será por eso que durante tanto tiempo se confundió el origen de este cepaje que, fronteras afuera, desde siempre fue protagonista de una importante cantidad de vinos tintos. En la Argentina, por lo general se embotelló en pareja con el Malbec, o bien con quien le tocara, al punto tal de ser, hasta hace muy poco, la uva tinta más implantada en nuestro territorio.
Su origen cierto está en Francia; no obstante, se dio muy bien desde siempre en Italia, cerca del Piamonte, al noreste. Pero allí no se trata de una uva afamada, sino más bien de la responsable (aunque muchos no lo sepan) de vinos simples pero divertidos, como el Oltrepo Pavese, un frizante tinto muy fácil de beber. A suelo patrio llegó junto con las demás cepas y, por lo visto, se adaptó muy bien; de hecho, logró ser protagonista, casi absoluta, de una época de oro en la que el consumo interno se bebía el ciento por ciento de la producción nacional, fuese de la calidad que fuese. Pero con el tiempo, y la evolución, el nombre Bonarda salió de detrás de esa pantalla de “borgoña nacional” para pasar a formar parte de la elite varietal argentina. Hoy es la segunda variedad con mayor superficie implantada y, sin dudas, es una de las “otras variedades” tintas con mayor potencial. Y ya no sólo porque está plantada en varias zonas productivas y algo hay que hacer con las uvas cada año, sino por sus atributos propios. Algunos logran sacar de ella una fruta roja y dulce, similar a la del Malbec, aunque la mayoría cae en los tonos maduros y vegetales que le aportan un toque rústico Por otro lado, su evolución no es muy prolongada por más crianza en barricas que se haga. No obstante, lo que entusiasma a los bodegueros locales son dos cosas: por un lado, la gran cantidad de viñas viejas que existen en pie, un capital invaluable. Y por el otro, que, tal como el Malbec, es una variedad poco conocida en el mundo. Por lo tanto, si se logran vinos que cualitativamente puedan compararse con el Malbec, estaremos ante un nuevo hallazgo vitivinícola que sorprenderá al planeta.


Tannat: Originaria del sudoeste de Francia (Madiran, sur de Bordeaux), suele dar vinos de alta calidad, pero, por sus características, se emplea en cortes con otras variedades. Por su importante estructura tánica, buen color y graduación alcohólica, es utilizado como columna vertebral en varios blends locales. De sus racimos penden bayas pequeñas de color negroazulado. Sus vinos son de gran personalidad, de intenso rojo morado tirando al granate; con aromas a frutos rojos y negros muy maduros, especias y chocolate amargo, notas que se acentúan cuando se los estaciona durante algún tiempo.
Una de sus características principales es un notable balance entre la acidez y la fruta, además de ser aptos para la guarda. Sin dudas, es de todas las variedades alternativas la que más se está asentando; sobre todo por los excelentes resultados obtenidos en Salta. Asimismo, ya hay ejemplares aceptables en San Juan y Mendoza, pero aún no llegan a la expresividad de los salteños. 


Semillón: Muchos desconocen que este cepaje proviene de Burdeos, cuna también del Cabernet Sauvignon y el Merlot, nada menos. De gran aceptación y popularidad en Europa, en la Argentina durante los años 60 y 70 lentamente fue desapareciendo. ¿Por qué? Por modas, por excesos de producción, porque el tinto pudo más. A pesar de ser una variedad de zona fría, se encuentra plantada en casi todas las regiones vitícolas locales y da excelentes resultados especialmente gracias a viejas parras en Río Negro.
Los grandes Semillón de hoy son vinos que no pasan desapercibidos, pero no por la exuberancia de sus descriptores aromáticos, sino por su personalidad austera. Suele dar vinos voluptuosos, untuosos y melosos, con notas de pasto seco, miel, limón e infusiones. Por lo tanto, es más un vino para la mesa que para beberlo por copita reemplazando al aperitivo.
Para acompañar un Semillón y poder disfrutar de sus discretos y sutiles encantos, nada mejor que una trucha fresca (recién sacada de algún río patagónico) a la plancha, vuelta y vuelta con un poco de limón y hierbas silvestres, nada más.


Viognier:Una de las variedades más nuevas en comenzar a producirse en la Argentina es el Viognier, una uva que nace en el Valle del Ródano, en Francia, y que, al igual que el Gewürztraminer, califica como una cepa aromática y de gran potencia en el paladar. En nuestro país ha dado muy buenos resultados tanto en San Juan como en Mendoza.Los vinos de Viognier son potentes y aromáticos; el Viognier huele a duraznos blancos, a flores y especias dulces. La boca puede llegar a ser corpulenta, a la vez que ofrece baja acidez y, a veces, amargor y cierta astringencia.Una buena idea es reservarlo para una comida especiada a base de carnes blancas, como los currys de pollo. Si se elige pescado, hay que orientar el menú hacia ejemplares de carnes firmes y potentes, o bien optar por pescados en salsas a base de manteca o leche.

Pinot Gris: Esta variedad italiana se puso de moda en los últimos años en los Estados Unidos, y con este empuje, todo el Nuevo Mundo empezó a consumir este blanco fresco y fluido, con mucha vivacidad. Sus uvas maduras presentan una amplia gama de colores que van desde el gris azulado hasta el marrón rosado. Si bien puede lograr un nivel muy alto de dulzura, comienza a perder su acidez rápidamente cuando se encuentra cerca de la maduración.
Los vinos suelen tener una fragancia delicada y foral, con suaves sabores cítricos, y bien elaborados pueden resultar en blancos secos para añejar. En el Friuli italiano es un vino distinguido, elaborado por pocos productores. En la Argentina comienza a elaborarse con un estilo moderno, y para comprobar esto vale probar los ejemplares de Pulenta Estate, Santiago Graffigna, La Riojana, Familia Zuccardi, Finca La Celia o Viniterra.


Fuente: El Conocedor

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